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jueves, 4 de junio de 2009

El Valor de Continuar (Rafael Prim)





RAFAEL PRIM
El valor de continuar


Hablar de San Agustín, es hablar de música, pero no de cualquier música, es hablar de SALSA, así con mayúscula, como la bautizó Phidias Danilo Escalona, como la encajó en la biblioteca: Cesar Miguel Rondón.
Hablamos de una conga que repiquetea solitaria a media noche, a veces como una queja, otras como un grito que protesta al cielo por llevarse a su “Madera”, porque San Agustín es eso, madera y tierra de músicos.


Allí enclavado en una esquina, nació y creció Rafael Prim. Buen electricista, mejor hablador y excelente bailarín, desafortunadamente a los 29 años, realizando en un balcón una reparación, cae y sufre un accidente; aquel amigo que lamentaba la llegada de la madrugada y con ella el fin de la fiesta, que mientras subía a su casa, bailoteaba en la acera inventando nuevos pasos con los cuales impresionar a las “jevas”, que trabajando tarareaba “el Ratón” o una pieza de “Federico y su combo”…de pronto se nos quedo quieto.
¿Quieto?...
Conocí a Rafael, en 1990, en la avenida Fuerzas Armadas, no recuerdo si fue María Eugenia o Aníbal, quien nos presentó, el caso es que se iba a realizar una exposición de pintura, cuya intencionalidad era servir de protesta por el desalojo que sufrirían las familias que habitaban las zonas de de San Luis, Santa Elena, San José del Ávila, etc., por la construcción del tramo Cota Mil- Fuerzas Armadas, y creíamos que unos cuantos cuadros servirían como vallas para detener los tractores que se cernían sobre nuestros vetustos barrios. No sé si fueron nuestras pinturas o la mala situación económica que el país sufría en ese momento, pero el caso es que todavía…tenemos casa.


Allí comenzó nuestra amistad.


En ese tiempo, el que recorría el paseo Anauco de San Bernardino en busca de frutas y hortalizas, al llegar al final, tropezaba con un grupo de niños y niñas “tirados” en el piso pintando… y con ellos estaba Rafael, en su silla de ruedas, dando las recomendaciones para que lograran los mejores efectos en sus dibujos.
Ese pequeño lugar era: taller de trabajo, escuela de pintura, galería de arte y lugar de bohemia para muchos amigos (entre ellos nuestro “pana” Bruno que nos daba serenata con su gaita escocesa). Ver a Rafael colocando o recogiendo sus corotos (caballetes, cuadros, esculturas y tallas) y guardándolos en el inmenso baúl metálico que le servía de depósito, era impresionante, y ojo no permitía que nadie lo ayudara. Aquella silla de ruedas danzaba de un lado a otro, agarrando cuadros, desarmando caballetes y… líbrese Dios, si por un descuido quedábamos atravesados en su camino, recibíamos, además de un empujón, unas cuantas “mentadas” dedicados a nuestra santa madre; en fin, ¿había mencionado la palabra: “Quieto”?...


Rafael poco habla sobre su recuperación, que imaginamos fue dura, y es que lo importante es lo que hoy hace.
Y no solo se quedó en “su” recuperación….Rafael ha sido siempre un luchador en defensa de las reivindicaciones sociales y con un alto grado de solidaridad; es por ello que lo podemos ver dictando talleres a compañeros que como él, han tenido alguna dificultad motora, y no solo enseña a pintar a los discapacitados, lo más importante: les muestra el EJEMPLO, de cómo una persona debe tener el VALOR DE CONTINUAR.


En cuanto a su trabajo: Rafael puede considerarse un paisajista por excelencia, aunque también trabaja la figura humana, pero es el Ávila, el Guaraira-Repano lo que le causa más placer y por lo que es más cotizado (sus obras están en diferentes colecciones dentro y fuera del país).
Su trazo rápido, nervioso y sobre todo el color violeta, le son muy característicos.
Son muchas las exposiciones en las que ha participado, entre ellas: Fiscalía General de la Nación, Ministerio de Educación, en nuestra Sala “Manuel S. Pérez”. La Universidad Nacional Abierta, Universidad Bolivariana, Museo de Bellas Artes y la más reciente en la CANTV.


Para contactar al artista: móvil 0412-596-43-05
Simón Oliveira.

A traves del color (noviembre 1993)



A TRAVES DEL COLOR
Nuestra sala, como una niña que recién comienza a gatear, apura sus pasos; es noviembre de 1993 y apenas, terminando nuestra primera exposición (Manuel S. Pérez), arrancamos con la de dos grandes amigos: Rafael Prim y Luis Enrique Torres.
Rafael, con su trazo rápido, nervioso, audaz y alegre como el mismo y Luis el de la pincelada fina, minuciosa, que nos obliga a detenernos y observar con deleite el cuento que nos narra en sus pinturas.
Prim y Torres: el uno (real) con sus paisajes, donde la naturaleza y el hombre se conjugan en perfecta comunión, nos deja ver un “impresionismo lirico”, repleto de toques de color; el otro (mágico) lleno de proporciones y perspectivas inusuales que dan a sus obras una riqueza inesperada, y donde el embrujo de sus selvas y marinas con su visión ingenua nos cautiva.
PRIM y TORRES: el uno realista, el otro ingenuo, dos visiones distinta, en fin dos artistas…A TRAVÉS DEL COLOR. (Escrito para el catálogo de la exposición).


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